Hoy me encuentro aquí, escribiendo un nuevo post después de once años de silencio en mi espacio virtual. La vida me ha llevado por caminos inesperados y emocionantes desde mi última publicación, y siento la necesidad de compartir estas reflexiones contigo.
En estos años, me he convertido en un profesional, un químico pero me he enfocado mas por el análisis de la información. Mi conocimiento me ha permitido explorar un mundo de datos y descubrimientos que nunca imaginé en mis inicios.
Pero la vida no solo me ha brindado logros profesionales; también me ha dado un regalo inmenso. Hace once años, la llegada de mi hija cambió mi vida por completo. Al principio, enfrenté incertidumbres y desafíos, pero con el tiempo, descubrí que el amor de un padre es una fuerza poderosa que todo lo puede.
Sin embargo, la vida también me lanzó pruebas difíciles. En el 2017, perdí a mis padres, lo que marcó unos años turbulentos en mi vida. La pérdida de quienes me criaron dejó un vacío profundo, pero también me enseñó la importancia de valorar cada momento con los seres queridos.
En medio de estos cambios, encontré un nuevo capítulo en mi historia. Una ex-compañera de la universidad, a quien no había visto desde mis días de estudiante, se convirtió en mi esposa. Hemos compartido casi dos años de vida juntos, y su amor y apoyo han sido fundamentales en esta etapa de mi vida.
Por último, no puedo dejar de mencionar a aquellos que en ese entonces consideraba mis amigos. Algunos ya no forman parte de mi vida, y otros nos hemos distanciado con el tiempo. Las amistades evolucionan, y aunque algunos vínculos se han desvanecido, siempre valoraré las experiencias compartidas, así mismo he conocido a nuevas personas que son interesantes y agradables.
En resumen, estos once años han sido una montaña rusa de cambios, desafíos y bendiciones. Mi vida ha tomado rumbos que nunca habría previsto, pero cada experiencia me ha moldeado en lo que soy hoy.
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