viernes, 19 de enero de 2024

Miedos y Desesperanza: Navegando una Fractura Emocional

En el silencio de la distancia, mi corazón late al ritmo lento de la tristeza. Desde aquel efímero encuentro en mayo del año pasado, el tiempo parece haber tejido una red invisible entre mi hija y yo, una red que va más allá de las millas y se adentra en el terreno frágil de los corazones fracturados.


La ansiedad se apodera de mí al contemplar la posibilidad de que los lazos que nos unen se deshilachen, especialmente en medio de la pre-pubertad que se asoma. El miedo, ese oscuro compañero, se instala en mi pecho, susurrándome temores de un futuro donde mi hija elija alejarse por completo.


Las voces que intentan consolarme susurran promesas de que ella comprenderá la situación, de que eventualmente buscará el abrazo paternal. Sin embargo, la pregunta persiste, persiste como un eco incierto en mi mente: ¿hasta cuándo debo esperar? ¿Hasta que el reloj de la vida marque 30 años?


En los momentos de desaliento, la tentación de rendirme se vuelve abrumadora. ¿Qué sentido tiene aferrarme a la esperanza si las puertas parecen cerrarse cada vez más? Me veo a mí mismo desgastado, construyendo castillos en el aire donde ella me ama, donde al menos me quiere.


Pero hay una voz, un susurro de resistencia dentro de mí, que se niega a aceptar la derrota. Mi hija, mi pequeña vida, tiene un padre que la espera, incluso si en este momento no lo sabe. Aunque el camino sea tormentoso y el horizonte esté nublado, sigo aquí, aferrándome a la creencia de que el amor, tarde o temprano, despejará la bruma que separa nuestros corazones.


Y si, por alguna casualidad del destino, mi hija llega a leer estas palabras, quiero que sepa que siempre la he amado, la amo en este momento y la amaré siempre. Este post es un eco de mis sentimientos, un grito sutil que busca llegar a su corazón. Estoy aquí, no solo como un padre que añora el reencuentro, sino como un confidente dispuesto a escucharla en cada paso de su camino. Mi amor por ti trasciende las palabras escritas; es un lazo irrompible que perdura a pesar de las distancias. Estoy aquí para ti, para apoyarte en todo lo que esté a mi alcance, con brazos abiertos y un corazón que late con el deseo sincero de verte florecer.

TU PAPÁ.




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